sábado, 31 de mayo de 2014

Títulos Nobiliarios en España (y II)

La Grandeza de España es la dignidad máxima de la nobleza española, inmediatamente después de la de Infante de España, que es la que corresponde a los hijos del Rey y a los hijos de los Príncipes de Asturias.
Los Grandes de España son considerados como los sucesores de los antiguos Ricos hombres de los reinos de Castilla y de León así como de las Coronas de Aragón y de Navarra, y es, en sí misma, la más elevada dignidad nobiliaria que existe en España y en Europa, tras los miembros de las casas reales, sus honores y privilegios los anteponían a los Príncipes Mediatizados del Imperio, a los Pares de Francia y los del Reino Unido (peers).
Aunque desde el advenimiento de la dinastía Trastámara en 1369 se venía llamando “Grandes” a los más poderosos jefes de las grandes familias feudales castellanas y a las ricas casas fundadas por los segundones de la estirpe real, el origen de la Grandeza de España, tal y como hoy la conocemos, se sitúa en el reinado de Carlos I.
En 1520, tras su coronación como Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico con el nombre de Carlos V, hizo una diferenciación definitiva entre los simples Títulos (los poseedores de un título de nobleza) y los Grandes (merced que concedía el soberano y acompañaba al título nobiliario), otorgando el tratamiento de primo a los grandes de España y el de pariente al resto de títulos, junto con el derecho de “cobertura”, es decir el derecho a permanecer con la cabeza cubierta en presencia del rey (de ahí la tradicional fórmula de concesión de la dignidad: ¡Cubríos!), entre sus prerrogativas también se encontraba el poder sentarse en presencia de los reyes o no poder ser detenidos salvo por expresa orden del Rey.
En ésta primera distinción de 1520 fueron reconocidos como Grandes 25 poseedores de los más antiguos y principales títulos nobiliarios españoles de aquella época y que son:
Duque de Alba
Duque de Alburquerque
Duque de Arcos
Duque de Béjar
Duque de Cardona
Duque de Frías
Duque de Gandia
Duque del Infantado
Duque de Medina-Sidonia
Duque de Medinaceli
Duque de Nájera
Duque de Segorbe
Duque de Villahermosa
Marqués de Aguilar de Campoo
Marqués de Astorga
Marqués de Denia, subrogada en la del Duque de Lerma
Marqués de Priego
Marqués de Villena y Duque de Escalona
Conde-Duque de Benavente
Conde de Cabra
Conde de Lemos
Conde de Lerín, se incorporó después a la Casa ducal de Alba
Conde de Melgar, subrogada en la del Duque de Medina de Ríoseco
Conde de Miranda del Castañar, subrogada en la del Duque de Peñaranda de Duero
Conde de Ureña, subrogada en la del Duque de Osuna.

Adornos de escudo en España

Todos los tratadistas coinciden en que no existía precedencia alguna entre estos primeros “Grandes”, ya que el protocolo los situaba en el orden en que iban llegando. Estos veinticinco títulos y algunos más, cuya grandeza fue también reconocida en el transcurso del reinado del propio Carlos y en el de su hijo Felipe II, son los que serían conocidos como Grandes de Primera Clase, cerca de 40 a finales del siglo XVI. Ni que decir tiene que, salvo raras excepciones, como el caso de los descendientes de Colón (Duques de Veragua, concedido en 1537), estos ilustres personajes representaban a los más poderosos clanes nobiliarios medievales españoles y acumulaban un enorme poder territorial y económico.
En el siglo XVII varios títulos más fueron recibiendo el alto honor que representaba la Grandeza tales como el Conde-Duque de Olivares o el Conde de Oñate.
Con el advenimiento de los Borbones al trono español, se otorgó la Grandeza de España a varios Pares de Francia que ayudaron a Felipe V durante la Guerra de Sucesión, desde entonces los monarcas españoles han continuado concediendo, con mesura, esta alta distinción a destacadas personalidades de la nobleza y de la vida pública nacional, como por ejemplo la concedida por Juan Carlos I al que fuera presidente del gobierno durante la transición a la democracia, Adolfo Suárez junto con el título de Duque .
En el siglo XIX dejó de hacerse diferenciación entre los Grandes de Primera Clase y el resto de los poseedores de esta dignidad, siendo también en ese siglo en el que más aumentó el número de Grandes concediéndose esta elevada dignidad a diversas personalidades políticas y militares.
No obstante se sigue considerando a los célebres 25 primeros, a quienes también se conoce como “Grandes de Inmemorial”, como la cabeza del estamento nobiliario español y aunque sus prerrogativas honoríficas sean hoy en día las mismas que las del resto de los grandes, su estimación como representantes de los más grandes y poderosos linajes de la España bajo medieval continúa intacta.
El título de Grande de España, como el resto de títulos nobiliarios, estuvo legalmente abolido durante la Segunda República Española mediante el Artículo 25 de la Constitución de 1931.
La legislación nobiliaria se restauró en 1947 con la promulgación de la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado, en la que según su artículo 1, España se declara constituida en reino y en su artículo 2 establece: “La jefatura del estado le corresponde al Caudillo de España y de la Cruzada, Generalísimo de los Ejércitos Don Francisco Franco Bahamonde”, desde entonces Francisco Franco se arrogó el derecho de reconocer y conceder títulos nobiliarios.
La Constitución Española de 1978, en su artículo 62, reconoce al Rey el Derecho de Gracia, al amparo del cual se desarrolla la vigente legislación española en materia de títulos nobiliarios.
Aunque la dignidad de grande se asocia tradicionalmente a los duques, puede acompañar a los títulos de marqués, conde, vizconde, barón y señor, incluso en algunas ocasiones puede poseerse esta dignidad por sí misma, es decir sin estar adscrita a un determinado título nobiliario.
Los Grandes de España, sus consortes y sus hijos primogénitos tienen tratamiento de Excelentísimos Señores; los hijos no primogénitos de los “Grandes” reciben el tratamiento de Ilustrísimos Señores.
En la actualidad cerca de 400 títulos nobiliarios ostentan la Grandeza de España, aunque el número de “Grandes” es menor, ya que varias Grandezas de España están en posesión de un mismo individuo (i. e. los Duques de Alba, los Duques de Osuna o los de Medinaceli, entre otros, poseen varios títulos con Grandeza).

viernes, 30 de mayo de 2014

Títulos Nobiliarios en España (I)

En 2005, existían en España 2.789 títulos nobiliarios en posesión de 2.199 personas, según el Ministerio de Justicia. De éstos, cerca de 400 poseen la distinción de Grandes de España (representada por el Consejo de la Diputación Permanente de la Grandeza de España).
En España la posesión de un título de nobleza no supone, hoy en día, ningún privilegio, es una distinción de carácter honorífico acompañada del tratamiento de Excelentísimos Señores para aquellos títulos que poseen la dignidad de Grandes de España y de Ilustrísimos Señores para los demás. El último privilegio, suprimido en 1984, fue la titularidad de Pasaporte Diplomático por parte de los Grandes de España. Este privilegio desapareció tras el Real Decreto 1023/1984. Sin embargo, los títulos sin Grandeza de España nunca tuvieron este privilegio.
Los títulos nobiliarios estuvieron legalmente abolidos durante la Segunda República Española mediante el Artículo 25 de la Constitución de 1931, restaurándose en 1947 con la promulgación de la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado, por la que el dictador Francisco Franco se arrogó el derecho de reconocer y conceder títulos nobiliarios.
Los consortes legales de quienes ostentan las dignidades nobiliarias así como los cónyuges viudos, mientras permanezcan en este estado, disfrutan del mismo tratamiento y honores que sus cónyuges.
La legislación española reconoce los títulos nobiliarios y protege a sus poseedores legales frente a terceros; los títulos nobiliarios españoles no son en ningún caso susceptible de compra ni venta ya que su posesión se encuentra estrictamente reservada para los parientes consanguíneos de mejor derecho del primer poseedor del título. El uso indebido de títulos nobiliarios está perseguido por la Ley.
Los títulos nobiliarios son otorgados por el rey, el cual también sanciona cada una de las sucesiones en los mismos. Hasta 2006, Juan Carlos I ha otorgado una veintena de títulos de nobleza, entre ellos el ducado de Suárez al ex-presidente del gobierno Adolfo Suárez o el marquesado de Iria Flavia para al Premio Nobel de Literatura Camilo José Cela. También ha otorgado sendos títulos ducales a sus hijas, las infantas Elena, duquesa de Lugo y Cristina, duquesa de Palma de Mallorca.
Históricamente, existía preferencia masculina a la hora de suceder en un título nobiliario, tal como estableció el Código de las Siete Partidas de Alfonso X el Sabio en el siglo XIII. No obstante, el Congreso de los Diputados aprobó el 18 de octubre de 2005 el inicio del trámite de una ley que ha igualado a hombres y mujeres en la sucesión de los títulos nobiliarios (no afecta a la Corona). Por lo tanto los títulos son heredados por el primogénito independientemente de su sexo, según la Ley 33/2006, de 30 de octubre, sobre igualdad del hombre y la mujer en el orden de sucesión de los títulos nobiliarios.
Los títulos nobiliarios en España pueden provenir de diferentes regiones históricas, siendo llamados, por ejemplo Títulos de Castilla.

Títulos reales

El rey de España es depositario de numerosos títulos de los diversos dominios en los que históricamente han ejercido su soberanía los monarcas españoles. Su título es el de Rey de España y puede utilizar todos los títulos reales que dinásticamente corresponden a la Corona de España:
Rey de Castilla, de León, de Aragón, de las Dos Sicilias*, de Jerusalén*, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Cerdeña*, de Córdoba, de Córcega*, de Murcia, de Jaén, de los Algarves*, de Algeciras, de Gibraltar*, de las Islas Canarias, de las Indias Orientales y Occidentales*, de las Islas y Tierra Firme del Mar Océano*; Archiduque de Austria*; Duque de Borgoña*, de Brabante*, de Milán*, de Atenas y Neopatria*; Conde de Habsburgo*, de Flandes*, del Tirol*, del Rosellón*, y de Barcelona; Señor de Vizcaya y de Molina.
Los marcados con asterisco son títulos únicamente nominales.
Al heredero de la corona se le otorgan también diversos títulos nobiliarios:
Príncipe de Asturias
Príncipe de Gerona
Príncipe de Viana
Duque de Montblanc
Conde de Cervera
Señor de Balaguer

Manto heráldico sobre el que los grandes plasman su escudo de armas.

Privilegios

Los Grandes de España gozaron durante la historia de numerosos privilegios, los cuales fueron disminuyendo a partir del siglo XIX. El último privilegio legal del que han gozado los Grandes de España, es la titularidad de pasaporte diplomático en sus viajes, privilegio suprimido, o más bien, no reflejado en el Real Decreto 1023/1984. Técnicamente, si un Grande de España expidió su pasaporte en 1984 antes del nuevo Real Decreto, conservó este privilegio como máximo hasta 1986, ya que la validez de este tipo de pasaportes es de dos años. Un grande de España poseía pasaporte diplomático, ya que en cierto modo y tradicionalmente era representante de la Corona Española. En este pasaporte figuraba como preámbulo en la segunda hoja lo siguiente:
Su Majestad el Rey y en su nombre el Ministro de Asuntos Exteriores concede Pasaporte Diplomático al Exmo. Sr. D. XXX, Duque de XXX, Grande de España. Por lo tanto ordena a las Autoridades civiles y militares de España le dejen transitar libremente, y espera que las de los países extranjeros a donde se dirija no le pongan impedimento alguno en su viaje, antes bien, le den todo el favor y ayuda que necesitare por convenir así al bien del servicio nacional.
Hoy en día, la dignidad de Grande de España, no conlleva privilegios legales, salvo aquellos de carácter honorífico, protocolario y social tales como el ya referido tratamiento de Excelentísimos Señores.
Sin grandeza:
Marqués
Conde
Vizconde
Baronesa

El tratamiento que reciben los poseedores de este título nobiliario es el de Ilustrísimo, si dicho título no posee la Grandeza de España, o de Excelentísimo si lo posee.

sábado, 24 de mayo de 2014

Iglesias románicas de la Vall de Boí (Lleida)

La Vall de Boí, la cuna del románico catalán
Esta zona del límite occidental de Lleida tiene la singularidad de vivir el presente en un contexto marcado por la historia, que ponen de manifiesto los numerosos monumentos, iglesias y ermitas que invaden el paisaje. En casi todos los pueblos del pequeño valle pirenaico de Boí, se conservan hermosas parroquias románicas, todas de finales del siglo XI principios del S. XII.

Santa Maria de Coll
La Iglesia Parroquial de Santa María de Coll puede considerarse como el monumento más reciente del valle, pues data de principios del siglo XIII; el estilo del campanario no pasa de ser una simple espadaña con tres ojos. La iglesia tiene una sola nave. La bóveda de cañón descansa sobre elevadas columnas. Los arcos ciegos se prolongan a lo largo del muro hasta la fachada. Destaca el portal con arquivoltas con friso ajedrezado. También hay que señalar el bajorrelieve con la figura de Cristo. Se trata de una de las más pequeñas iglesias del valle, pero es una de las más bellas. La torre es más baja que en las otras iglesias y presenta un interesante y sencillo pórtico con cerradura de hierro forjado.

Santa María de Cardet
Fue una iniciativa del monasterio de Lavaix, dueño del lugar. El templo tiene una sola nave cuya cabecera se soluciona con un ábside semicircular. Éste está decorado con arcos lombardos y leseñas, mira hacia el valle y luce un pequeño rostro labrado en piedra dentro del segundo arquito ciego de la banda lombarda. La pronunciada pendiente del terreno obligó a diseñar una superposición de dos plantas, dejando a nivel semi-subterráneo una pequeña cripta. La capilla, de planta rectangular, está añadida al muro norte, mientras que en el muro sur ocurre lo mismo con la sacristía. El portal es un arco rebajado y goza de un pequeño porche cubierto a doble vertiente. La decoración interior es, fundamentalmente, de tipo barroco.

Sant Climent de Taüll
Magnífico templo de tres naves separadas por columnas, tres ábsides con arquería y esbelto campanario externo, de torre cuadrada de seis pisos, también con decoración lombarda y ventanas geminadas. Las pinturas murales del año 1123 de la cabecera, conservadas actualmente en el MNAC (Museo Nacional de Arte de Catalunya) y reproducidas in situ, son uno de los mejores ejemplos del género por la fuerza expresiva, pureza de líneas y rica policromía.

Iglesia de Sant Climent de Taüll

Santa María de Taüll
Igual de fascinante que la de Sant Climent, la iglesia de Santa María de Taüll mantiene la misma estructura, con un hermoso campanario integrado en el templo; las pinturas murales, también en el MNAC, están presididas por la Virgen con el Niño.

Sant Feliu de Barruera
Del XI o XII, está dedicada a Sant Feliu y está precedida por una pequeña y bonita alameda que conduce hasta un porche con cubierta de doble vertiente que protege el pórtico. El portal se encuentra bajo un arco abovedado de medio punto con molduras. Aunque ha sufrido numerosas transformaciones a lo largo de los siglos, no deja de tener fuertes atractivos: el notorio cerrojo de la puerta, rematado con una singular cabeza de toro. El templo tiene una sola nave acabada en ábside semicircular. En el lado sur sobresale un brazo en forma de transepto con un ábside secundario sin decoración exterior. En el muro norte hay dos capillas de planta cuadrada y cubierta de vuelta de cañón. La decoración exterior, arcuaciones lombardas. Adosado al muro sudoeste, se alza un campanario de planta cuadrada y cuatro pisos. En las dos plantas superiores, se abren ventanas de arco de medio punto, delimitadas a su vez por una cornisa.

Santa Eulàlia d’Erill la Vall
Del siglo XII, tiene una estructura muy alargada, de una sola nave, con un ábside semicircular y absidiolo formando crucero. El pórtico aparece con arcadas sobre columnas. Dispone de un magnífico campanario de torre, de seis pisos de tipo lombardo, con ventanas geminadas. De aquí proviene el famoso grupo escultórico del Descendimiento, conservado hoy en parte en el Museo Nacional de Arte de Catalunya (MNAC) y en parte en el Museo Episcopal de Vic.

Nativitat de la Mare de Dèu
La Iglesia Parroquial de la Natividad de la Mare de Dèu data del siglo XII, aunque se aprecian las modificaciones posteriores. Entre las últimas reformas destaca la desaparición de los dos ábsides románicos o la capilla lateral realizada a expensas del porche. La puerta principal, cubierta, está en un lateral y se enmarca bajo varias arquivoltas que apoyan en columnas con capiteles labrados y un friso ajedrezado presidido por un crismón. La decoración interior posee caracteres barrocos.

Sant Quirc de Durro
Un poco más hacia arriba, pero sin abandonar Durro, se encuentra la ermita de Sant Quirc. A ella se llega por una pista que parte desde el pueblo y merece la pena acercarse sólo por ser un excelente mirador de cara al valle. La ermita consta de una pequeña nave cubierta con bóveda de cañón, ábside semicircular y una espadaña de dos arcos.

miércoles, 14 de mayo de 2014

El sitio de Escipión a Cartago Nova

Amílcar Barca llego procedente de Cartago junto con su yerno Asdrúbal y sus tres hijos Asdrúbal, Magón, y Aníbal, a España y más concretamente a la ciudad de Mastia, (actual Cartagena), fundando Asdrúbal en esta, la nueva ciudad de Qart-Hadast, como capital del nuevo imperio en Hispania. Aníbal centralizó en Cartagena las riquezas obtenidas en las campañas, propuestas tanto para sujetar a las tribus que rodeaban el naciente imperio del sudeste de Hispania como para obtener soldados para sus ejércitos así como medios económicos para garantizar la campaña contra Roma que preparaba.
Seguramente el plan de la Segunda Guerra Púnica fue elaborado por Amílcar y Asdrúbal, de quien Aníbal fue lugarteniente, que facilitó los medios con la fundación de Cartago Nova y el dominio del litoral. De esta forma pudo plantear Aníbal su marcha sobre Roma. En el año 219 a.C. ocupó y destruyó Saguntum, única ciudad al sur del Ebro que permanecía fiel a Roma, con lo que obligó a los romanos a declarar la guerra. Aníbal regresa a Cartago Nova para dar descanso a sus tropas tras el largo sitio y preparar el gobierno de los dominios Hispanos que quedaron al mando de su hermano Asdrúbal, tras dejar a Magón como jefe de la capital, debiendo suponer que la conquista de Saguntum dejaba franco el camino terrestre hasta la propia capital romana.
Desde Cartago Nova se seguirían con interés los progresos de la marcha de Aníbal por los caminos de la costa, pasando el Ebro hasta atravesar los Pirineos. Quedaban en Cartago Nova 57 navíos, 2.650 jinetes libio-fenicios, mauritanos y númidas y 12.700 infantes africanos, ligures y baleáricos, con veintiún elefantes. Frente a su ejército se preparaba en Italia un contingente de 273.000 ciudadanos además de un crecido número de reservistas.
Mientras tanto, los romanos asumieron la audaz iniciativa de atacar a los cartaginenses en Africa y España enviando a Cornelio Escipión sobre los dominios hispanos. Escipión fue derrotado en la batalla del Tesino, lo que valió a Aníbal el concurso y apoyo de numerosos galos. El grito de “Hannibal ad portas” hacía presagiar la catástrofe total que sería celebrada jubilosamente en la lejana Qart-Hadast.
Aníbal progresaba decididamente hacia el sur de Italia, y el Senado romano enviaba a Escipión a Hispania, mientras la política de batallas decisivas que equivocadamente plantearon los romanos dio lugar a la resonante victoria de Cannas, con movimientos envolventes cartaginenses que arrollaron las fuerzas romanas que sufrieron el mayor desastre de su historia en la llanura al pie de la ciudad: 45.000 muertos y 20.000 prisioneros infundieron pánico en Roma; apulos, lucanos y bruttios se asociaron a Aníbal y en la ciudad se practicaron sacrificios humanos para aplacar la ira de los dioses, mientras Aníbal se dirigía a Capua, que abandonaba su alianza con Roma, para montar sus cuarteles de invierno el año 216 a.C. y terminar en “sus delicias” la gran marcha sobre Roma.
No obstante, Fabio Maximo Cunctator, partidario de campañas de desgaste inesperadas para la mente helenística de Aníbal, atosigó a las tropas de Aníbal con una política de tierra quemada. En Cartago Nova se estaba lejos de suponer que la triunfal campaña conduciría al fracaso absoluto y que Escipión, que ganaría más tarde el sobrenombre de Africano, la atacaría y ganaría en una asombrosa marcha el año 209 a.C.; la dispersión de los ejércitos en distintos puntos de la península confirman esta confianza, más cuando el padre y tío de Publio Cornelio Escipión habían sido vencidos y muertos en Ilorci (Lorquí). El resto de la guerra se contempló desde una Cartago Nova romana.
Cartago Nova, que quedó desguarnecida por imaginar que su fortaleza la ponía a resguardo de cualquier ataque y no obstante fue conquistada por Escipión en una operación que antecedió en siglos a la Blitzkrieg moderna. Roma, que había pensado en su próximo fin al gritar “Hannibal ad portas”, respondía con astucia al audaz paseo militar de los cartaginenses atravesando los Pirineos y venciendo en Trebia, Tesino, Trasimeno y Cannas, enviando un importante ejército a Hispania, el año 218, para cortar los aprovisionamientos de Aníbal, contando con la alianza de las atemorizadas colonias griegas del litoral.
La victoria naval de Cissa sobre los cuarenta barcos armados en el arsenal cartaginense dejó a los romanos libre el camino hacia Saguntum. Durante el año 216 a.C., los arsenales de la capital debieron trabajar ininterrumpidamente en la preparación de naves ordenada por Asdrúbal para mantener libre la comunicación por mar con Aníbal. Hasta el año 212 a.C., los Escipiones habían llegado a saquear la comarca de Cartago Nova, pero fueron derrotados y muertos el 211 a.C. El ejército cartaginés pasó el invierno del año 210 en Cartago Nova, dispersándose luego las fuerzas (en la creencia de que la potencia de Roma en Hispania se había hundido).
Publio Cornelio Escipión, hijo del derrotado y muerto Publio, llegó a España en el otoño del año 210 con el cargo de procónsul. Desechando el plan de atacar a cada uno de los cuerpos de ejército cartaginenses, que es lo que, probablemente, esperaba el enemigo, decidió un atrevido plan, el de atacar la propia capital supuestamente inexpugnable en una operación por sorpresa. Unos pescadores de Tarraco le documentaron sobre la existencia del estero o albufera y el mecanismo de comunicación con el mar, en relación con las mareas, así como de su carácter pantanoso y de la posibilidad de vadearlo en algunos puntos, especialmente al retirarse la marea a la caída de la tarde.

Cartago Nova

El campamento de Escipión quedó en el actual barrio de Santa Lucía, probablemente en la falda del Cabezo de los Moros. Después de ocupadas las posiciones, dio orden a Cayo Lelio para que bloquease la ciudad por el lado del mar. Dos mil ciudadanos, escogidos entre los mejores, fueron armados y situados en la puerta del istmo, frente al campamento romano. Los hombres de armas eran solamente mil y se dividieron en dos destacamentos. Finalmente, quedaban varios contingentes de ciudadanos armados dispuestos a acudir a los puntos de las murallas o puertas donde fueron requeridos.
 El primer encuentro se verificó por iniciativa cartaginesa entre las fuerzas romanas de las que quedaron formadas en el istmo y la guarnición de la puerta, que, anticipándose al ataque, cayó sobre los soldados de Escipión, resistiendo éstos la salida hasta que los atacantes volvieron a refugiarse detrás de las murallas. Escipión, que vigilaba el desarrollo de los acontecimientos desde lo alto del Cerro de los Moros o monte de Mercurio, observando que en muchos puntos las murallas habían sido desguarnecidas, ordenó el asalto con escalas, dirigiéndolo él mismo. La narración de Polibio y Livio no hace sino disfrazar un desastre romano, escudándose en la gran altura de los muros, que hicieron gran mortandad, hasta que Escipión se vio obligado a ordenar la retirada. Mientras tanto había atacado la escuadra, desde el mar, “con más tumulto que éxito”, como escribió Tito Livio. Ocurrió entonces la maniobra que había de dar el triunfo a Escipión, y que probablemente tenía ya preparada, al ser rechazado el ataque frontal, para atraer la atención de los sitiados sobre la puerta y que se desguarneciesen otras defensas de la muralla.
Había ordenado un nuevo ataque con escalas, valiéndose de las tropas de refresco, atacando por todos los puntos simultáneamente. Quinientos hombres, también provistos de escalas, estaban preparados por la parte del estero. Cuando las aguas del estanque seguían ya el movimiento natural de la marea, quedando tan descubiertos los vados que en algunos puntos los soldados solamente tenían agua hasta la cintura. De esta forma los quinientos hombres “atravesaron la laguna sin trabajo”, y hallando desiertas las almenas se apoderaron del muro sin sacar la espada, “la muralla en aquel punto no estaba fortificada porque la naturaleza del terreno y la barrera de agua las había hecho considerar inexpugnable”. Los soldados que subieron por las escalas hasta el remate de la muralla corrieron por el camino de ronda hasta la puerta no muy lejana, (mientras que los que atacaban la puerta formaban la tortuga con los escudos y trataban de abrirla despedazándola con hachas y azuelas), y una vez allí, atacando por la espalda a quienes la defendían, lograron abrirla aunando sus esfuerzos con los de fuera. Los que entraron por la puerta (en orden de batalla, con sus jefes y sin dejar las filas, según Livio) tomaron el monte Esculapio, llegando hasta el foro. Para atemorizar a los habitantes se ordenó un degüello general que solamente cesó, sustituido por el saqueo, cuando se rindió Magón.
De esta forma casi inverosímil, con sólo dos días de asedio, se tomó la plaza más fuerte del Mediterráneo, en el año 209 a.C., en la primavera, hacia el mediodía. La caída de Cartago Nova significa el principio de la decadencia cartaginesa, el fracaso de la gran operación de Aníbal y el que cuatro años más tarde, con la entrega de Cádiz, los romanos destruyeran la potencia del Imperio cartaginés en Hispania.
El botín obtenido fue inmenso: 120 catapultas de las más grandes y 281 de las pequeñas; 23 balistas grandes y 52 pequeñas; extraordinario número de escorpiones grandes y pequeños, de armas ofensivas y defensiva, y 72 enseñas. Además, grandes cantidades de oro y plata en pasta; 276 pateras de oro, casi todos de una libra de peso (325 g); 18.300 libras de plata trabajada o acuñada y gran cantidad de vasos de plata. Se apoderaron los romanos además de 40.000 modios de trigo y 270.000 de cebada. En el puerto fueron capturadas 63 naves, algunas con su cargamento, compuesto de trigo, armas, cobre, hierro, velas, cordajes de esparto y otros materiales necesarios para el equipamiento de las flotas. Los prisioneros fueron cerca de 10.000, dejando en libertad a los que eran de Cartago Nova, aunque no sabemos si esta referencia puede aludir a los mastienos; unos 2.000 artesanos fueron declarados siervos públicos o esclavos del pueblo romano y se les prometió la libertad, y los demás fueron destinados a reforzar las tripulaciones de la flota; se capturaron además unos 300 rehenes de diversos pueblos y se les devolvió la libertad para que volvieran a sus lugares de origen cantando la generosidad de los romanos.