Durante
los siglos XV y XVI se desarrolló la navegación marítima de largo recorrido, es
decir, comenzaron a hacerse largos viajes, como la circunnavegación de África
hacia la India, el descubrimiento de América, la vuelta al mundo… Y durante
esos viajes, que duraban meses, los tripulantes de los barcos pasaban los
días...
La
vida cotidiana a bordo de las naves de los siglos XV y XVI, no contaba con
ningún tipo de comodidad. Para dormir, los tripulantes utilizaban unas esteras
que extendían sobre la cubierta: generalmente los marineros se acostaban debajo
del castillo y los mandos debajo de la tolda.
Del
cerca de centenar de hombres que componían la primera expedición de Colón a las
Indias, solamente el Almirante tenía su cámara, llamada “La chupeta”, que
estaba situada en la cubierta toldilla. Esta cámara iba muy sobriamente
decorada y llevaba como mobiliario una cama, una mesa, un sillón frailero, dos
sillas de tijeras y dos arcones.
La alimentación era mala, y generalmente el
alimento se estropeaba, a pesar de que se intentaba llevar alimentos que
duraran mucho tiempo. Además de agua, se
llevaban habas, garbanzos, arroz, tocino, cecina, pescado salado, miel, vino,
vinagre y bizcocho, constituían la alimentación básica de los marineros de los siglos XV y XVI: “...Que para cada persona se dé de ración cada día libra y
media de pan, y tres quartillas de agua para beber e uno para guisar, e dos
quartillas de vino, que es la ración ordinaria...”. También
llevaban animales, unos eran domésticos, como gallinas, ovejas, cabras y hasta
cerdos. Si llevaban caballos o mulas solían viajar en las bodegas. Pero también
había otros animales, no domésticos y que viajaban como polizones: como ratas y
ratones, también cucarachas, chinches y piojos y difícilmente se podían
eliminar.
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Reproducción de una carabela. Carabela Vera Cruz en el río Tajo, junto a Lisboa |
La
comida la preparaba el “fogón”, construido con chapas de hierro y en cuyo fondo
se colocaba arena para proteger la cubierta de la nave del fuego. El fogón se
encendía al amanecer y se mantenía viva la llama hasta la puesta de sol. Esto
obligaba a los maestres de las naves a meter en sus bodegas una buena cantidad
de leña. Colón nos habla repetidamente de la necesidad de tocar tierra para
proveerse de leña y agua. Dadas las características de los materiales
utilizados a bordo de estas naves: jarcias de cáñamo, velas de tejido vegetal
generalmente de cáñamo, gruesas vergas de pino, pesados motonos, grandes anclas
de acero forjado con cepo de madera, cabos de fondeo de esparto, etc., todas
las maniobras a realizar eran pesadas, lentas y en consecuencia exigían, además
de una gran experiencia, un notable esfuerzo de los tripulantes.
Así
los primeros días se comía mejor, pero conforme pasaba el tiempo, sobre todo, si había retrasos por falta de viento o por alguna
avería, las raciones de comida y agua iban disminuyendo lo que hacía pasar
hambre y sed a los tripulantes.
Los olores en el barco eran nauseabundos: por la
cantidad de gente a la vez que por una falta de higiene personal. Cuando el mar
estaba mal, aparecían los vómitos, lo que aumenta ese mal olor. Por ello se hacían
limpiezas regulares de los barcos, y se intentaba perfumar con hierbas
aromáticas.
No tenían letrinas, simplemente se subían al borde del barco y orinaban y defecaban como buenamente se podía, con cuidado de no caerse al mar y delante de todos. Más adelante se colocó una tabla con un agujero para facilitar las defecaciones.
Así era La vida a bordo de las naves de los siglos XV y XVI
Tenia que ser muy dura esta vida.
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