¿Por qué tenemos el calendario que
tenemos? El investigador del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA), Jesús
Maiz, es un especialista en la materia y conoce la evolución científica que, a
lo largo de la historia, ha seguido el almanaque para tratar de adaptarse lo
mejor posible a las estaciones que tiene el planeta en su gira alrededor del
Sol.
Los romanos copiaron de los egipcios (calendario
egipcio) su manera de contar los días, una fórmula que ha llegado hasta
nuestros días.
Según explica el experto, el calendario
juliano, impuesto por el emperador romano Julio César, fue el primero que más
se asemejó al formato actual, también con doce meses de una duración parecida.
Antes de eso, el anuario de los romanos era variable cada año y manipulado en
función de intereses políticos y económicos.
Cuando Julio César conoció el calendario
que usaban los sacerdotes egipcios, decidió modificar la fórmula que seguían
desde Roma. El nuevo almanaque ya incluía los años bisiestos.
Jesús Maíz destaca que el formato juliano
era el más correcto y el que mejor reproducía las estaciones temporales, y que
los nombres de los meses hacían referencia a números, september (7), october
(8), november (9) o december (10). Cuando murió Julio César,
el Senado, en su honor, puso su nombre al mes en el que había nacido (concretamente el día 12 de ese mes): Julius (julio).
Tiempo
de emperadores
El emperador que vino después, Augusto,
tampoco quiso ser menos y denominó a un mes como Augustus (agosto). Poco a poco, el almanaque iba adquiriendo la
fórmula que actualmente conocemos. Otros emperadores posteriores como Calígula,
Nerón o Cómodo (el retratado en la película ‘Gladiator’) también cambiaron los
nombres a su antojo, aunque al morir todo quedó igual.
El astrónomo del IAA recuerda con humor
cómo el emperador Tiberio fue uno de los pocos que rehusó modificar el
calendario, alegando: « ¿Qué haréis cuando haya trece Césares? ».
«Aunque el calendario juliano era
bastante preciso, no lo era lo suficiente, cada 130 años se perdía un día», sostiene Jesús Maíz. Por eso en octubre de 1582, el Papa Gregorio
XIII hizo una reforma. Por un lado, eliminó 10 días del calendario para ajustar
el margen de error del anuario juliano. Con lo que, en las regiones que seguían
la reforma del Papa, el 10 de octubre de 1582 fue uno de los días que no
existieron.
Por otro, y también con el objeto de no
caer en el mismo error que su antecesor, Gregorio XIII propuso que aquellos
años bisiestos que son múltiplos de 100, sólo sumen un día si también son múltiplos
de 400. De manera que el 1600 y el 2000, por ejemplo, sí fueron bisiestos.
«Esta medida fue tomada porque había demasiados años bisiestos», argumenta el
experto.
La
fe y el tiempo
La reforma gregoriana no llegó a todas
partes por igual, y es que en aquellos tiempos la fe estaba dividida en Europa.
Si bien los católicos implantaron el nuevo anuario en 1582, fieles al Papa, los
protestantes continuaron con el calendario juliano hasta el siglo XVIII, y los
ortodoxos no aceptaron la nueva fórmula hasta el XX.
La fórmula gregoriana llegó a Rusia de
manos de Lenin. «La Revolución de Octubre, fue en octubre según el calendario
juliano, pero según el gregoriano, fue en noviembre», explica con sarcasmo el
científico del IAA.
Otra de las curiosidades que esconde la
organización del calendario es la Semana Santa, ¿por qué no se celebra siempre
en la misma fecha? Jesús Maíz explica al respecto que cuando el cristianismo
fue declarado religión oficial del Imperio (siglo IV) se celebró el Concilio de
Nicea, con el objeto de poner una fecha para celebrar la resurrección de
Jesucristo.
A partir de la lectura de los Evangelios,
quedó establecido que Jesús murió durante la Pascua Judía, con lo que para
festejar esta celebración habría que regirse, igualmente, por el calendario
judío.
Así, Maíz añade que éste era una forma de
calendario lunar, y que por eso la Semana Santa se celebra el primer domingo
que va detrás de la primera Luna Llena de la Primavera, es decir, entre el 21
de marzo y el 25 de abril.
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