Al comienzo de la Primera Guerra Mundial, en 1914,
España aún intentaba recuperarse de las consecuencias derivadas del Desastre
del 98. Así que desde un primer momento, el Gobierno presidido por Eduardo Dato
manifestó la neutralidad de España y el 7 de agosto de 1914 esta postura se
hizo oficial. Sin embargo, hubo sectores que eran favorables a la participación
en el conflicto, con encendidos debates en torno a la preferencia por un bando
u otro; debates que tuvieron eco en la prensa de la época.
Los militares a favor de los aliados eran apenas una
minoría. Un sector mayoritario de los mandos, admiradores de la disciplina y
el militarismo prusiano, querían que España participase en la contienda. Pero
tal y como estaban nuestras fuerzas armadas era inviable participar en una
guerra moderna como la que se estaba desarrollando en los campos de batalla
europeos. Además la situación de inestabilidad y tensión permanente del
Protectorado español en Marruecos también haca desaconsejable una intervención
militar a favor de alemanes o aliados que pusiese en peligro nuestra presencia
en el norte de África. España tenía poco que ganar si optaba por involucrarse
en la Primera Guerra Mundial pero podía obtener importantes beneficios pagados
por ambos bandos si mantenía su neutralidad.
Sin embargo, hubo españoles que si participaron en la
Primera Guerra Mundial.
En un principio, el Gobierno francés había prohibido
el reclutamiento de soldados extranjeros en su Ejército, dejando sin embargo la
puerta abierta a la posibilidad de hacerlo a través de la Legión Extranjera francesa,
cuerpo de élite dentro del Ejército francés. Así, a través de la Association
Internationale des Amities Francaises se gestionó una auténtica avalancha de
solicitudes de extranjeros que por diferentes motivos querían unirse a la lucha
contra las potencias centrales, entre ellas las de varios cientos de españoles
que decidieron pasar de las palabras a los hechos, dispuestos a alistarse y
tomar las armas para defender unos ideales que sentían como propios. Procedían
de todas las regiones de España, pero especialmente destacaron por su número
los voluntarios vascos, aragoneses, y sobre todo catalanes. De estos se estima
que fueron entre 7.000 y 12.000.
Primer Batallón de los Fusileros de Lancashire en una trinchera de comunicaciones cerca de Beaumont-Hamel, en 1916. Foto de Ernest Brooks |
No sólo el ejército francés recibió solicitudes de
reclutamiento. Existe el caso de un voluntario español, Antonio Beltrán Casaña,
que participó en la Primera Guerra Mundial, alistándose y luchando en el
ejército de los Estados Unidos.
Pero también hubo otros muchos quisieron hacerlo a
favor de los países centrales. Alemania tenía una numerosa colonia de
ciudadanos repartida por todo el mundo. Como muchos hombres se habían casado
con mujeres de la burguesía del país. Y existía ya una generación de jóvenes
nacidos en España, alemanes o con la doble nacionalidad. Si estaban en edad
militar, Berlín cursaría la orden incorporación a filas. Y jóvenes alemanes
nacidos en Iberoamérica (como se ve en “Los 4 Jinetes del Apocalipsis” de
Blasco Ibáñez), España o Turquía tendrían que optar por ir a combatir o no.
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