miércoles, 16 de abril de 2014

Las fiestas de invierno en Roma

En fechas que coincidían con nuestras navidades, celebraban los antiguos romanos unas fiestas bulliciosas. Estas se celebraban durante algunos días, y todos se entregaban alegres, al contento de banquetes y comilonas, a los cantos, las francachelas o los juegos de azar. Todos los trabajos cesaban, se intercambiaban regalos y se gustaba holgazanear siendo invitado en cualquier parte. Las calles iluminaban los más oscuros atardeceres del año con fogatas y antorchas, luminarias que, como las luces actuales, aunque nadie lo sepa y puedan parecernos tan municipales y mercantilistas, eran las llamas que asistían al Sol en su muerte y lo animaban en su resurrección.
Aquellas abundancias y alegrías invernales revivían el gozo de una pretérita Edad de Oro. Los esclavos vestían como señores, y estos tenían a bien servirles la mesa. Parecía desaparecer ‘lo mío o tuyo’; tiempo perfecto, la rememorada Áurea Aetas había sido el reinado de Saturno y estas, sus fiestas, las Saturnales, convertidas en nuestra Navidad en el 345 por San Juan Crisóstomo y San Gregorio Nacianceno. Nada hay, a veces, como indagar en el calendario romano, para saber qué celebramos verdaderamente.
Antiquísimo dios itálico, Saturno (que luego se asimilaría al griego Kronos), fue personaje de cariz ambivalente. A pesar de que Hesíodo lo llama “de torcido consejo”, había sido inventor para los hombres de la agricultura y del arte de edificar ciudades, es decir un arquetipo de dios civilizador. Pero también era antropófago devorador de sus hijos (como el tiempo que todo lo devora), adusto, melancólico señor de frías y lejanas regiones, donde exigía a los bárbaros hirsutos, crueles sacrificios con látigos y llamas.

Saturnalia - Antoine Callet

Con una hoz de piedra castró a su padre Urano, con una misma hoz, su hijo Zeus hizo sangrar sus genitales. Expulsado de sus dominios, anciano a la vez feroz, bondadoso y venerable se llega hasta las colinas del Lacio, donde el bifronte dios-rey Jano (Ianus, es decir Enero, que mira hacia un lado y otro del año, el que acaba y el que empieza), lo acoge favorablemente, permitiéndole reinar de nuevo, inaugurando entonces allí la mencionada Edad de Oro, época perfecta en la que el hombre era como un pequeño dios terrenal, que todo tenía y nada necesitaba.
Como se ve en algunos grabados antiguos, como los que reproduce Panofsky en su tratado “Saturno y la Melancolía”, este rey invernal, regente de los signos zodiacales Acuario y Capricornio, opera una decisiva influencia en algunos caracteres humanos y algunas otras ocupaciones. En uno de ellos, leemos: “Saturno en su carro tirado por dragones... posee el Occidente y domina sobre los Magos, los sabios, las minas y el plomo”. También cabría añadir que determina el proceso creativo de algunos artistas que, imbuidos de un paradójico ‘furor melancólico’, han de buscar el extrañamiento y locura saturnina, su soledad y rigor, para culminar su obra.
Por lo que vemos hasta ahora, nada hay que haga referencia al singular nacimiento de un niño judío. Si buscamos un nacimiento milagroso tenemos que ir más hacía Oriente, a las montañas de Persia. Allí, según celebraban sus numerosos fieles, un 25 de Diciembre, nace Mithra, al que nos referíamos en días pasados como el dios indoeuropeo que ya aparece en los cantos védicos formando una trinidad junto a Indra y Varuna.

Nacimiento que tiene un carácter cosmológico, pues nace Mithra y resucita el Sol, siendo por ello uno de sus epítetos Sol Invictus. Como en el caso de las Saturnales, también la incipiente iglesia cristiana se apoderó del mito y la fecha. Todo cambia para que lo esencial permanezca.

viernes, 4 de abril de 2014

Marco Cornelio Nigrino, casi fue emperador

En el cambio entre los siglos I y II a. C., subió al trono del Imperio Romano, el emperador Trajano, pero otro general estuvo a punto de poder ser el emperador, este era de la actual Llíria (Valencia)... Esta es su biografía.

Marcus Cornelius Nigrinus Curiatius Maternus fue un general muy condecorado del Imperio Romano, que podría haber sucedido al emperador Nerva, pero este prefirió a Trajano. La carrera de Nigrino es conocida por algunas inscripciones, lo que ha permitido la reconstrucción a grandes rasgos la extraordinaria carrera de este general.
Marco Cornelio Nigrino, perteneciente a la tribu Galeria, fue originario de Edeta Edetanorum en la Tarraconense (o sea la actual Llíria), naciendo entorno al año 40. Su familia, de origen indígena, recibió posiblemente el nombre de Cornelius y la ciudadanía en tiempo de Augusto durante la promoción jurídica de su ciudad al estatuto de Municipium Civium Romanorum. Su padre, Marco Cornelio Nigrino habría casado con Curiatia Materna, que pudiera ser la hermana del orador Curiatio Materno y en consecuencia sería el fruto de una alianza entre una familia indígena de la Tarraconense y una familia de Bética de origen italiano.

No se sabe cuando empezó en el ejercito, lo que si se sabe es que en el año 67, bajo el gobierno de Nerón, fue enviado a Britania, para luego ir al Danubio y en el año 68 volver, y siempre con su Legión XIV Gemina de la que era, desde el año 63, tribuno militar, a Britania. Durante los acontecimientos del año 69, (año de los cuatro emperadores) las dos legiones de Bretaña, el XIV Gemina y el XX Valeria Victrix parecen vacilar sobre la conducta que debe tenerse. Materno se distinguiría entonces por su clara posición adoptada en favor de los flavios. Una elección que más tarde le sería recompensada.
Después entra en el orden senatorial gracias a Vespasiano y Tito, de los que se ganó los favores manifestándose en forma de un adlectio, “adlectus inter praetorios”, siendo pretor entre los años 73-74 hasta el 83. Fue legado en la legión VIII Augusta y la IV Flavia Félix entre los años 75 y 78. Se convirtió en propretor de la provincia Galia Aquitania en el año 80. Y en el año 83 fue cónsul sufecto (consul suffectus) que comparte con Sexto Carminio Veto, de septiembre a octubre, con el emperador Domiciano.
En el 85, el gobernador de Moesia Cayo Sabino Oppio, murió durante la guerra contra los dacios, en el ataque dacio a dicha provincia, y Nigrino fue enviado a sucederle como gobernador de la Moesia inferior, una de las dos provincias en las que Moesia fue dividida. Continuó en ella entre los años 86-88, desde la que participó en las guerras contra los dacios, llegando a ser un héroe en dichas guerras con Domiciano convirtiéndose en el general romano con más altas condecoraciones militares hasta su tiempo.

Al final de su reinado, Domiciano coloca “hombres de confianza” a la cabeza de las provincias más importantes y a Nigrino, en los años 93 y 97 es gobernador de Siria. Se conserva un texto donde se indica que es gobernador de Siria; está fechado porqué pone que era la XII vez que tuvo Potestad de Tribuno Domiciano, concedida el día aniversario de su acceso al trono, el 14 de septiembre, al día cuarto antes del mes de agosto siguiente, o sea el 10 de agosto de 93.
Tras la muerte de Domiciano ambicionó ser el sucesor de Nerva. Según Plinio el Joven en una de sus cartas, habla de un gobernador de una provincia oriental con un gran ejército que aspira a ocupar el cargo de Trajano sin decir quien es aunque sugiere que ha sido Nigrino, que podría haber sido frenado por sus paisanos como sucesor designado por Nerva.
Cesa en sus funciones en el 97, cuando se produce la adopción de Trajano por Nerva, y no encontramos ya ningún rastro él. Su brillante carrera política parece detenerse allí. No lo conduce ni al proconsulado de África ni al de Asia, aun cuando se superaba el intervalo de tiempo necesario después del consulado para serlo (14 años). Cosa igualmente curiosa, ni la correspondencia de Plinio, ni los relatos de Dion Cassius sobre las Guerras de los dacios (para las cuales se plagó de condecoraciones) mencionan su nombre. Ninguna dedicatoria en Roma informa de sus logros, ni da cuenta de su brillante carrera política y militar. No se recuerda su existencia. Todo pasa como si Nigrino fuese víctima del “damnatio memoriae”.

Solo conocemos la inscripción de Llíria, lejos, bien lejos de la Urbs, en su ciudad natal. Y aún, podría tratarse, como lo sugiere la ausencia de dedicatoria, de un homenaje privado emanado de particulares, familia, amigos o conciudadanos. Lo que parece es que podría haberse retirado sus posesiones de Lauro-Edeta, falleciendo con el cambio de siglo.
Las condecoraciones recibidas por Nigrino se enumeran en una inscripción, y son impresionantes:
- dos Coronae Murales: Corona de oro dentada, que se concedía al primero en coronar la muralla enemiga.
- dos Coronae Vallares: Corona de oro que se concedía al primero que asaltara la trinchera enemiga.
- dos Coronae Classicae, también llamada Navalis: Corona adornada con grabados de espolones de nave, esta condecoración del ejército romano era concedida por el valor demostrado durante un combate naval.
- dos Coronae Aureae: Corona hecha de oro, se concedía al que hubiese matado a un enemigo en singular combate, conservando el terreno durante el resto de la batalla.
- ocho Hasta Purae: Era un arma honorífica, en concreto una lanza de plata sin punta, dada por salvar la vida de un colega.
- ocho Vexilla: Los estandartes que cada cohorte poseía, simboliza la cooperación entre el ejército y el máximo dignatario.



Más información:
AA. VV. Gran enciclopedia de la Comunidad Valenciana, tomo 11, Págs. 119-120

martes, 1 de abril de 2014

Circunnavegación de África

En la antigüedad como ha ocurrido en la historia del hombre, se ha buscado explorar zonas inexploradas, entre esas exploraciones está la circunnavegación de África. Dos personajes destacan en ello, uno es el faraón Necao en el cambio de siglos VII-VI a. C, que envió a unos navegantes fenícios y otro es Hannón, parece que entre los siglos VI-V a. C.

Circunnavegación durante el gobierno del Faraón Necao
De acuerdo con la noticia proporcionada por Heródoto, el primer viaje que consiguió rodear toda el África fue realizado por navegantes fenicios encargados de dicha empresa por el faraón saíta Necao (609-594 a. C.), casi dos mil años antes de que los portugueses doblasen el cabo de Buena Esperanza. Carecemos de informaciones que confirmen dicha hazaña, pero, tal como han apuntado diversos autores modernos, no deja de ser significativo lo apuntado a propósito de la posición del sol cuando éste es contemplado desde el hemisferio austral.
Denominado tradicionalmente el “padre de la Historia”, Heródoto (ca. 485-425 a. C.) nació en Halicarnaso, en la costa suroccidental de Asia Menor, viajó a Egipto, Fenicia, Mesopotamia y Escitia, y residió en la Atenas de Pericles, donde formó parte en 444/443 a. C. de la expedición destinada a fundar la colonia panhelénica de Thurios en Magna Grecia. Dedicando cada uno de los nueve libros que la componen a una de las Musas redactó su Historia, una obra inacabada que alcanza desde la época mítica hasta la Segunda Guerra Médica (479 a. C.), centrada en el enfrentamiento entre Europa y Asia, y salpicada de excursos de carácter etnográfico referidos a las tierras por las que viajó su autor.
"En ese sentido, es evidente que Libia está rodeada de agua por todas partes, salvo por el lado en que confina con Asia; que nosotros sepamos, el rey de Egipto Neco fue el primero que lo demostró, ya que, tras interrumpir la excavación del canal que, desde el Nilo, se dirigía al golfo arábigo, envió en unos navíos a ciertos fenicios, con la orden de que, a su regreso, atravesaran las Columnas de Heracles hasta alcanzar el mar del norte y llegar de esta manera a Egipto. Los fenicios, pues, partieron del mar Eritreo y navegaron por el mar del sur. Y cuando llegaba el final del otoño, atracaban en el lugar de Libia en que, en el curso de su travesía, a la sazón se encontraran, sembraban la tierra y aguardaban hasta la siega. Y, una vez recogida la cosecha, reemprendían la navegación, de manera que, cuando habían transcurrido dos años, en el tercer año de travesía, doblaron las Columnas de Heracles y arribaron a Egipto. Y contaban -cosa que, a mi juicio, no es digna de crédito, aunque puede que lo sea para alguna otra persona- que, al contornear Libia, habían tenido el sol a mano derecha. Así fue como se conoció por vez primera el contorno de Libia; y posteriormente han sido los cartagineses quienes lo han confirmado".
HERÓDOTO, Historia, IV 42, 2 - 43, 1, traducción de C. Schrader, Biblioteca Clásica Gredos, Madrid, 1979.

Periplo de Hannón

Periplo de Hannón
El denominado Periplo de Hannón es la narración griega de un recorrido por la costa occidental africana supuestamente realizado entre los siglos VI y V a. C. por un monarca cartaginés del mismo nombre. En su Historia Natural Plinio el Viejo hace referencia a él a la vez que menciona el Periplo de Himilcón -un recorrido por la costa atlántica europea-, y hasta nosotros ha llegado transmitido por un único manuscrito, fechado en el siglo X. Con todo, la historiografía moderna continúa discutiendo si el texto griego es la traducción del original púnico grabado sobre una inscripción que el propio Hannón habría depositado en un templo de Cartago, o bien la versión elaborada por parte un autor griego a partir de una información que llegó hasta él por vía oral, o bien una invención absolutamente helénica plagada de tópicos griegos inspirados en la Odisea y en las Historias de Heródoto y datable hacia los siglos II-I a. C.
Cayo Plinio Segundo vivió entre los años 23 y 79 d. C.; amigo de Vespasiano, ocupó importantes cargos en la administración imperial. De su obra literaria sólo se conserva la monumental Naturalis Historia, dedicada a Tito, primogénito de Vespasiano, en el año 77, y publicada tras la muerte del autor por su sobrino e hijo adoptivo Plinio el Joven. Se trata de una extensa obra enciclopédica dividida en treinta y siete libros que contiene todo tipo de informaciones, agrupadas por materias y procedentes de multitud de obras más antiguas.
Según Plinio el Viejo:
"Cuando Cartago era una potencia pujante, Hannón bordeó la costa desde Gades hasta los confines de Arabia y narró por escrito su periplo, igual que Himilcón, enviado por la misma época para explorar las partes más remotas de Europa".
PLINIO EL VIEJO, Historia natural, II 67 (169), traducción de A. M. Moure, Biblioteca Clásica Gredos, Madrid, 1995.

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